Monday, December 30, 2013

La alcancia de fin de año

Desde que era pequeño, hace no tanto tiempo (bueno, hace mucho tiempo) mis padres comenzaron a llevarme a la feria de fin de año local. Primero sólo una de mis hermanas y yo, después el otro par también. Se convirtió en una bonita tradición familiar que mi madre continuó, a pesar de que poco a poco crecíamos y crecíamos. Año con año, sin fallar, miramos un lindo espectáculo de fuegos artificiales y recorremos las calles de mi vecindario eligiendo juegos mecánicos y de destreza o comprando chácharas durante un par de horas. 

Debo decir, que mis hermanas y yo nos tomábamos esto muy en serio. Sólo se nos permitía gastar cierta cantidad de dinero. Lo curioso es que aunque nosotros tengamos más, usualmente respetamos el tope que hemos respetado desde pequeños. Por la tradición, ya saben. 

Yo no soy fan de los juegos mecánicos de feria. Así que jamás invertía en ellos, sin embargo, cuando era pequeño mi papá ganó una alcancia de cerámica para mí, y como todo buen niño de seis años me propuse ganar una por mi propia cuenta. Y lo logré; así, desde entonces, una tradición propiamente mía, ha sido asistir a la feria, a veces con el único objetivo de jugar a los dardos y traer a casa una asombrosa alcancía de cerámica en la que guardaré mis ahorros durante el año siguiente. Todos los años, año con año. Siempre.

Esto significa que para la fecha en la que escribo este post (justo regresando de la feria) he tenido trece figuras cerca de mi cama almacenando monedas hasta que llega su reemplazo. ¿Contaron? Deberían ser catorce alcancías. Me falta una.

¿Qué pasó? sencillamente que este año, después de cuatro intentos de diez pesos cada uno, después de doce dardos lanzados: fallé. Como nunca, fallé. Me sentí triste. Me sentí roto. Incluso mi hermanita de doce años lo notó y me ofreció una moneda de diez pesos para que intentara nuevamente, me negué; no sólo porque era su dinero (y yo traía un billete de cincuenta pesos en la bolsa), sino porque habría rebasado el límite tradicional (de sesenta pesos, pero compré un esquimo ya que sentía la alcancía ganada desde siempre). Me sentí deshecho porque para mí era algo seguro. No sé cómo explicarlo porque sé que llorar por no ganar una estatuilla en forma de busto de Batman (chafísima) con un valor económico mínimo es sumamente ridículo, pero me dolió. 

Para mí esa alcancía siempre ha representado más que una alcancía barata que a veces rompía a mitad de año, pero como significaba algo importante, la rompía con cuidado, gastaba el dinero y la seguía usando el resto del año. Para mí significaba tradición, alegría, incluso premonición. 

Hay muchas cosas en mi vida, así de pequeñas, así de insignificantes y así de grandes, siginificativas e importantes; hoy perdí una de ellas. Llámenme exagerado pero estoy en shock. Me siento incómodo y quiero caminar un par de cuadras y regresar con una alcancía ahora mismo. Pero no lo hice cuando llegué al límite económico hace unas horas y no lo haré ahora porque las cosas cambian. Incluso lo más arraigado a nosotros puede desaparecer en cualquier instante. Incluso lo más seguro, lo más fiable y lo que pensamos que siempre estará con nosotros, se irá a su debido tiempo. La vida es así. Es tan así que cuando llegue la hora, la perderemos a ella misma sin remedio. La vida es una progresión de cambios irremediables.

Me siento ridículamente mal por no tener mi alcancía, no sé cómo explicárselos, lo repito, pero es una pequeñez que durante mi vida ha significado un mundo. Sin embargo, esta pequeñez me permitió darme cuenta de algo muy importante:
2014 no será un año como cualquiera que haya vivido jamás. No es broma ni optimismo desmedido de fin de año. 2014 será un año de cambios, cambios radicales en mi vida, les estoy hablando de que, si todo marcha como espero, incluso el parque que tanto amo y frecuento desde que tengo memoria, desaparecerá de mis días por un buen rato. 

Viviré aproximadamente a 3859.21km de mi hogar (según Google maps). Me enfrentaré a la vida en otro país, con otras costumbres tradiciones y estilo de vida por un tiempo. Soidificaré mi empresa, creceré; crecer significa cambiar y yo lo haré radicalmente.

Así que debo acostumbrarme al cambio de pequeñas cosas para adaptarme a los grandes. Les confesaré algo más: tengo miedo. No de viajar ni de mejorar, sino de cambiar: me gusta mi vida, me gustan mis amigos y hasta mis enemigos. (bueno, yo no tengo enemigos, pero entienden el punto).

Hoy perdí una alcancía, pero gané consciencia de cómo gira mi mundo y es curioso como algo tan grande se aprende de algo tan pequeño. Decidí que dentro de 364 días no jugaré a los dardos. No ganaré una alcancía porque hoy me volví consciente de que mi universo cambiará radicalmente durante el año que sigue y así lo recordaré de ahora en adelante. 

Yo sé que puede parecer una nimiedad, pero para mí es algo importante. Si llegaste a este punto, no sabes cuán agradecido estoy contigo por haber soportado un post largo sobre mis problemas existenciales, significa mucho. Es todo. No me quiero poner sentimental porque probablemente a eso le dedique un post en un par de días. 



3 comments:

  1. Muy interesante tu reflexión y tu anécdota. Estoy seguro que el 2014 será un gran año para ti. Lleno de cambios y cosas mágicas hahaha. Ánimo! :D

    ReplyDelete
    Replies
    1. Ojalá, y ojalá lo sea para ti también. Gracias por animarme. :D

      Delete
  2. Que buena historia, y reflexión. Me agradaron mucho tus palabras

    ReplyDelete